Estoy en un estado de lombriz apachurrada, con la cabeza de un lado a otro
deambulo la mirada por los marcos de las ventanas. El cielo vuelve a estar
arriba de mí. Con suspiros comienzo a jalar el malhumor desde mis entrañas. Poco
a poco mis ojos van perdiendo el brillo, mi alma comienza a buscar el rincón más
oscuro. Mis ojos comienzan a recuperar su fuego interno.
Me habla una voz
familiar. La opresión de siempre, mi castigo hecho vicio sexual, la sombra que
me persigue y a la que muchas veces termino abrazado.
Vuelvo mi mirada hacia la penumbra y encuentro mi rincón predilecto. Mañana—pienso—encontrare
todo tal como lo deje, bastara ponerme en medio para que todo inicie de nueva
cuenta. Por años me ha aferrado a alterar el tiempo, a enfermar la cotidianidad
con mi terqueza, a disipar los minutos en momentos totalmente impredecibles. Igual
mañana, igual mañana el reloj se volverá burlar, el calendario me presumirá que
está ya en octubre y el viento me anunciara que tiene dos semanas llevando de
un lado para otro el otoño. ¿Y yo? Suspirare mis deseos de seguir existiendo
por lo más alto. Me escapare una y otra vez hasta que sentirme satisfecho. Quizá
este mucho tiempo fuera de servicio, pero tengo fe que todo volverá a funcionar
tal y como no debe ser.
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